A simple vista el titulo de este
artículo puede considerarse claramente un contrasentido.
Porque, ¿cómo puede perjudicar un
diagnóstico (si está bien realizado)?
Sí, me refiero a los diagnósticos
correctos, que pueden ser perjudiciales para, en este
caso, los niños de la escuela.
Los psicólogos y orientadores de los
colegios se ven obligados a realizar diagnósticos de los
niños, no tanto en base a unas necesidades educativas
(como pueden ser la necesidad de aprender a leer, de
escribir sin faltas de ortografía, de mostrar más
interés, o de llevarse bien con los compañeros) como a
unos criterios diagnósticos de tipo psiquiátrico (como
Trastorno de TDA-H, Retraso Mental, Trastorno
Generalizado del Desarrollo, etc.).
Lo importante para el niño es que se
diagnostiquen sus necesidades educativas, por ejemplo,
aprender a leer.
Pero la realidad es que en algunas
Comunidades Autónomas, la necesidad educativa de
aprender a leer no conlleva una necesidad educativa
especial (y por tanto el derecho a tener un apoyo
especializado de Logopeda o de Profesor de Pedagogía
Terapéutica o de Apoyo).
Es decir, esos orientadores,
psicólogos o psicopedagogos se ven en la obligación
(porque así lo marca la normativa legislativa) de
diagnosticar al niño como con Retraso Mental para
que así tenga garantizados unos apoyos o una adaptación
curricular.
Y puede que ese niño sufra en
realidad un Retraso Mental, no me estoy refiriendo a que
el diagnóstico no sea acertado. Pero ese diagnóstico ya
conlleva un grave problema para el niño, el etiquetaje.
Porque a partir de ese momento el
niño ya tiene el "derecho" a que se le etiquete. Unos
técnicos han justificado un problema educativo (no
aprender a leer a su edad) con un trastorno de tipo
psiquiátrico (Retraso Mental).
Todo lo que a partir de ese momento
el niño no haga puede achacarse a su retraso mental, no
a otros factores.
Esto es fácil de entender: si un niño
no lee a su edad y no presenta retraso mental, los
profesionales buscarán métodos alternativos y se
sentirán responsables de la falta de aprendizaje. Pero
si el que no lee tiene un diagnóstico de retraso mental,
parte de la "responsabilidad" recaerá en el propio niño,
porque su problema "tiene una causa interna".
Y el círculo se ha cerrado: lo que
era una medida para favorecer al niño (un "acertado
diagnóstico") se ha convertido en una desventaja para
ese mismo niño.
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