Un test persigue captar la realidad.
Pero la realidad es muy compleja. He ahí el principal
problema.
Figúrate que tienes que captar los
sentimientos de las personas asistentes a una reunión, o
más fácil, adivinar los sentimientos de una persona que
asiste a una reunión. Pero solo cuentas con una cámara
de fotos. De 32 fotos.
Pues un test sería esa cámara. Puedes
acercarte a la persona y hacerle fotos. Varias. En
diferentes poses y situaciones.
Cuando puedes ver las fotos comienzas
a valorar los resultados del test y te empiezas a
preguntar si el trabajo ha merecido la pena, es decir,
si las fotografías reflejan lo que esa persona siente o
piensa.
Tienes que aceptar que es solo una
aproximación, que tras una sonrisa se puede esconder un
sentimiento de felicidad, pero también un intento de
disimular su falta.
Pero ahora imagina que no llevas
cámara. Y tienes que recordar cómo era esa persona.
Tarea difícil. Lo que se suponía apenas era útil, en
otras circunstancias es indispensable.
Los tests puede que no sean nada del otro mundo,
pero sin ellos todo es más difícil. Aportan la seguridad
de poder utilizar alguna herramienta, aunque no siempre
podamos sacarle toda la utilidad que desearíamos.
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