Los niños no hacen
siempre las cosas como nos gustaría. Y nos sentimos en
la obligación de recordarles lo que han hecho mal. Y lo
hacemos porque pensamos que de esa manera les ayudamos y
les educamos. Por eso no nos importa criticarles.
Pero la crítica tiene un problema: que puede humillar y,
sobre todo, desanimar. Es decir, llegar al efecto
contrario que queríamos conseguir: si el objetivo de la
crítica era que el niño recapacitara y mejorara su
conducta, pero como resultado lo que se obtiene es que
se sienta peor y más desanimado, es muy probable que no
le queden ganas y pierda la capacidad de volverlo a
intentar o de lograrlo.
La diferencia entre una crítica destructiva y una
crítica constructiva es como la que hay entre: el vaso
está medio vacío (sólo te queda medio vaso de agua) o el
vaso está medio lleno (todavía te queda medio vaso de
agua).
Es decir, es muy poco lo que separa a una crítica
destructiva de una crítica respetuosa. Sin embargo los
resultados pueden ser diametralmente opuestos.
Cómo criticar
constructivamente, es decir, como criticar sin herir:
Una crítica constructiva consta de dos partes:
1- Señalar lo que está bien
2- Señalar lo que falta por hacer.
Con la primera parte mandamos un mensaje de respeto; con
la segunda, un mensaje de ánimo.
Cuando solo se presenta la primera parte, el mensaje
produce desánimo, pérdida de autoestima y quizás
resentimiento.
Algunos ejemplos
de críticas destructivas y constructivas:
1- El niño ha dejado la cama sin hacer.
CRÍTICA DESTRUCTIVA
"Tu cama está
hecha una leonera"
CRÍTICA
CONSTRUCTIVA
"Tienes la mesa
recogida. Te falta hacer la cama"
2- Son las 10 de la noche y el niño no ha acabado los
deberes
CRÍTICA DESTRUCTIVA
"Otro día que pasa
sin acabar los deberes. Debes de esforzarte más."
CRÍTICA
CONSTRUCTIVA
"Has acabado 6
ejercicios, Te han faltado 2 para acabar la tarea.
Espero que mañana lo consigas"
Más Orientaciones
Educativas para Padres
Orientaciones Educativas para Profesores
Tests-Gratis.com