Las ETIQUETAS
("apático", "malo", "responsable", "neurótico",
"egoísta", "está mal de la cabeza", "está loco", "es
hiperactivo") y las INTERPRETACIONES PRECIPITADAS ("le
veo como falto de afecto") tienen serios inconvenientes.
Veamos
algunos:
• Son tan vagas e
imprecisas que NO NOS PERMITEN COMPRENDER con claridad
lo que se quiere decir con ellas, no nos permiten saber
lo que realmente ocurre o ha ocurrido.
• Se prestan, por eso mismo, a multitud de
INTERPRETACIONES DIFERENTES. En efecto, ¿cuántas cosas
diferentes pueden significar para distintas personas las
etiquetas de "hiperactivo", "malo", etc.?
• Por ser tan poco precisas y concretas, DIFICULTAN EL
ACUERDO. Es más, ocasionan con relativa frecuencia
desacuerdos y discusiones entre aquellas personas
interesadas por el niño. Uno de los profesores dice de
Pedro que es "apático e irresponsable", y otro piensa
todo lo contrario. ¿Cómo podrían ponerse de acuerdo
sobre la conducta de Pedro?
• Con interpretaciones precipitadas corremos el PELIGRO
DE EQUIVOCARNOS frecuentemente.
• Constituyen, además, GENERALIZACIONES INCORRECTAS e
INJUSTAS. El padre de Juan, olvidando muchas conductas
positivas de su hijo, se fija solamente en una ("empujar
a su hermano") y es la única que tiene en cuenta a la
hora de dirigirse a él ("eres un agresivo, siempre estás
así").
Por otra parte, si al padre de Juan le preguntamos por
qué dice que es "agresivo", nos dirá probablemente:
"porque ha empujado a su hermano". Y si le preguntamos
de nuevo por qué cree que ha empujado a su hermano,
intentará "explicárnoslo" diciendo: "porque Juan es
agresivo". Con estas respuestas, seguiremos sin
comprender por qué Juan empuja a su hermano.
• Si queremos
ayudar a Juan y a Pedro a cambiar su forma de
comportarse, estas etiquetas no nos aportan
orientaciones útiles de cómo hacerlo. Por eso no es
extraño que muchas veces estemos totalmente
desconcertados y utilicemos PROCEDIMIENTOS DE CAMBIO
INADECUADOS: castigos indiscriminados, sermones,
apelaciones a la "fuerza de voluntad" del niño, visitas
angustiadas y repetidas a los especialistas para que
"arreglen al niño la cabeza", etc.
• Un grave inconveniente de las etiquetas es que tienden
a ver la conducta de los niños como una CUESTIÓN
MERAMENTE PERSONAL, INDIVIDUAL e INTERNA del niño, como
algo de "su cabeza". Olvidan la estrecha relación que
tiene con todo lo que ocurre en el ambiente y en la
comunidad familiar y escolar en las que el niño se
desarrolla.
• La conducta de los niños cambia con el paso del tiempo
y el cambio de situaciones. Sin embargo, las etiquetas
nos hacen ver al niño como INALTERABLE, le marcan a
veces irremediablemente para toda la vida. Invitan por
eso a la pasividad: "¡es así, qué le vamos a hacer!".
Bibliografía: COSTA, M. y LÓPEZ, E.: La conducta de los
niños y sus problemas de conducta. Cuadernos de
educación para la salud. Madrid, 1981.
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