Well, that's
a turn-up for the books - I never thought he'd get
the job.
El origen de este
idiom está en el mundo de las carreras de caballos. En
el siglo XVIII y XIX el corredor de apuestas (the
bookmaker) anotaba en un libro el nombre del
apostante y la cantidad jugada, lo que se denominaba "making
the book".
Si en una carrera
el caballo que ganaba no había sido registrado porque
ninguno había apostado por él, se producía un giro
positivo o sorpresa (turn-up) ya que el corredor
de apuestas experimentaba un golpe de suerte y se
llevaba todo el dinero.